“La filosofía y el liderazgo educativo, nociones para una gestión eficaz de un centro educativo”

La filosofía ofrece soluciones para el cuidado de los equipos para la gestión de grupos de personas, sus ingredientes, todos plurales y nunca únicos ofrecen alivio en la ausencia de un bálsamo sanador. Esta disciplina, que suele tener más notoriedad en épocas de crisis de valores, en situaciones problemáticas en una sociedad en continua búsqueda, hoy en día, parece emerger del letargo que produce el vuelo de la lechuza en noches de invierno.

Su transversalidad y versatilidad nos permite extraer de sus autores, sus teóricas y su estudio enseñanzas muy útiles e interesantes para el desempeño de la función directiva en centros educativos. Como todo arte, la filosofía y la gestión y dirección de personas, al unir sus raíces pueden ofrecernos multitud de caminos a los que dirigirnos si transitamos por la carretera de la vida sometida a examen, así nos lo enseño Sócrates. Bernat Castany, en su libro: “Pensamiento crítico ilustrado”, todo un manual puesto al servicio del docente ansioso de preguntas, ya nos dice que el pensamiento crítico se refiere a la capacidad para reconocer entre lo verdadero y lo falso, entre lo bello y lo feo…Y justamente, aquí es donde radica la utilidad de la filosofía en el menester de liderar a una comunidad educativa. La sabiduría no entra por la puerta de la certeza, a veces suele aparecer por las ventanas de la duda y la pregunta.

Una de las funciones de un equipo directivo al servicio de su comunidad educativa y educadora consiste en poner en jaque aquello que pensamos, solo ahí está la mejora. Confrontar con el sesgo de confirmación (le damos más relevancia a aquello que confirma nuestras creencias y menos a aquello que las pone en jaque), supone dedicar tiempo para aprender, para avanzar. Para ello podemos subirnos al “carro alado” de Platón y siendo su Auriga, intentar controlar las pasiones nobles y las innobles desde la parte racional para encaminar nuestros pasos hacia el equilibrio en la gestión. Este mito antiguo de Platón es un estupendo camino.

Otra senda por la que podemos transitar es la propuesta por el ensayista, novelista y filósofo Albert Camus, premio Nobel de Literatura. Senda peligrosa repleta de obstáculos, pero muy fértil para gestionar equipos de trabajo. En su libro “El hombre rebelde” nos cuenta que la rebeldía libera chorros que, estancados se vuelven furiosos. Dejar espacios y tiempos a la rebeldía es una actitud inteligente, poner en movimiento la rebeldía significa no dar protagonismo al resentimiento, evitar actos hostiles…y es que el rencor y la hostilidad son malos compañeros de viaje.

La vía que nos propone Hannah Arendt, autora de importantes obras de filosofía política, parte de la valentía y el afrontamiento de los hechos. “La dominación totalitaria, igual que la tiranía, lleva en sí el germen de su ruina”, aquí tenemos un perfil del que debemos huir en la gestión de claustros. En sus escritos y libros nos incita a comprender, a mirar la realidad y hacerle frente, sea cual sea su aspecto, solo de esta manera podemos pisar suelo seguro. En su libro “Los orígenes del totalitarismo”, Arendt nos muestra aquello que sostiene a la dominación totalitaria, ejercicio del liderazgo que ofrece frutos oscuros y llenos de veneno, y no deja de ser que un movimiento de masas, masas cuya principal característica no es la estupidez ni la ignorancia sino la ausencia de contactos y desarraigo, por todo ello disponer de lugares de encuentro en los centros educativos es indispensable, espacios comunes donde hablar, debatir, criticar, dialogar, aprender, sumar…

Marina Garcés y su “Nueva ilustración radical” nos inicia en un sendero por el que debemos transitar con sosiego y lentitud. En ocasiones, la rapidez, lo vertiginoso del día a día no nos deja disfrutar de los tiempos lentos de la verdad, hacemos digestiones pesadas de los conocimientos disponibles. Nuestra gestión en puestos de dirección debe ofrecer esas esperas, esos tiempos con detenimiento. Las grandes propuestas o las pequeñas iniciativas de calado se cocinan a fuego lento, se engordan desde el razonamiento no desde el volumen de lo rápido del ¡ya!

Caminar por los derroteros de la duda supone fatigarse, escoger el camino más largo, siempre “es más fácil situarse en el sí o en el no porque para hacerlo no hacen falta argumentos”, de esta forma Victoria Camps nos invita a diseñar en nuestros claustros escenarios donde la crítica es la principal protagonista en la película educativa. La certeza aquí no tiene cabida. En este camino también nos encontramos a Sócrates, combatir la ignorancia es un deber de todo aquel que quiere alejarse del mal del desconocimiento. La formación del profesorado es una parada obligatoria en este sendero, empedrado de dudas, y falto de verdades absolutas…

En nuestra travesía por la dirección de un centro educativo, travesía siempre temporal ya que el agua estancada siempre se vuelve infecta e insalubre, si atendemos a las enseñanzas de Aristóteles tendremos un viaje en el que las virtudes serán el combustible que nos lleve a obrar ejercitando la razón y conduciendo los deseos y pasiones hasta el punto intermedio. La falta de voluntad y no la ignorancia es la piedra en el zapato que nos puede provocar heridas difíciles de curar. El liderazgo moderado es un cruce de caminos en el que hay que elegir entre la falsa modestia y el delirio de grandeza, entre la paciencia y la pasividad, entre el vicio de la mentira y la jactancia, entre el egoísmo y la falta de amor propio…

Ser un ciudadano en Atenas era una cuestión seria, llevaba implícito deberes y derechos. Aquel que no se interesaba ni se ocupaba de sus propios asuntos, carecía de toda ocupación. Se disfrutaba polemizando, los debates y las ideas ocupaban la plaza pública... Pensar en la escuela como única institución educadora nos hace ciegos a la realidad de las circunstancias que nos rodean. “Yo soy yo y mis circunstancias, y si no la salvo a ella no me salvo yo”, Ortega y Gasset apunto y dio en el blanco de los pilares de un liderazgo centrado en el contexto. La plaza pública, como extensión de todo lo que rodea a la escuela.

“La sociedad necesita buenos profesionales, pero antes que eso, y más que eso, asegurar la capacidad en otro género de profesión: la de mandar”

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